lunes, 3 de abril de 2017

La comuna

Cuando se hacen películas sobre comunas o estilos de vida alternativos, reconozco que me asomo a ellas con cierto interés personal. De alguna manera siempre me ha seducido esa idea de vivir en comunidad como en una eterna quedada de amigos, una fiesta sin fin o un endless summer. Lo gracioso es que a la hora de la verdad odio todo tipo de comandita, club, secta o peor aun, los grupos de whatsapp. Cualquier cosa que huela a mediocres unidos por su incapacidad de enfrentarse al mundo y a la vida con sus propios medios me echa para atrás. Pura contradicción, lo asumo.

La peli va sobre una pareja de clase media alta que hereda un casoplón a finales de los años 70. Ante la imposibilidad de hacer frente a los gastos que generaría vivir en ella deciden invitar a unas cuantas personas a crear una comuna allí. A decir verdad la convivencia resulta bastante civilizada y burguesa, con monogamia incluida, y va funcionando razonablemente bien hasta que el dueño de la casa se lía con una estudiante de 24 años y su esposa, en un alarde de tolerancia y viendo que su matrimonio peligra, propone admitirla como miembro de la comuna.

Quizá la mayor virtud de La comuna, de Thomas Vinterberg sea que no intenta hacer en ningún momento ninguna tesis ni a favor ni en contra del estilo de vida comunal. Estamos demasiado acostumbrados a que los directores desde su atalaya nos ofrezcan una visión monolítica en uno u otro sentido dependiendo de si son americanos o europeos. O bien la situación degenera en drogas, violencia y celos. O bien todo va como la seda, y nadie se enfada, nadie se muere y nadie se tira pedos.

Sin embargo su mayor virtud es su mayor defecto. Al parecer el director vivió de pequeño en una comuna y tal vez lo único que hace es transmitirnos su experiencia, pero resulta un poco tibio en cuanto a sus intenciones narrativas. Se centra demasiado en el conflicto de pareja y poco en la vida comunal. Desarrolla enormemente el personaje de Anna, la esposa, interpretado magistralmente por Trine Dyrholm, pero tan sólo dibuja un pequeño esbozo de casi todos los miembros de la comuna. Y es una pena porque parecen personajes interesantes que en otras manos habrían dado más juego.

Hay momento para la fiesta y también para el drama (e incluso la tragedia, narrada eso sí con extrema delicadeza), pero aunque se intuye una punto más nostálgico que critico en toda la película se adivina que la época de los experimentos de convivencia alternativa llegó a su fin de manera irremediable. No en vano debe ser 1979 ya que sale un walkman Sony al final de la película.

Calificación final: Pese a todo lo dicho me quedo con la sensación de que, en algunas cosas, estamos involucionando.


2 comentarios:

  1. Un post muy interesante! Feliz fin de semana! 🌻🌻🌻

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    1. Muchas gracias Carolina!, perdona la tardanza en responder, pero como casi no tengo comentarios se me olvida consultarlos!, Feliz fin de semana...y puente!

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